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PALABRAS DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE COLOMBIA JUAN MANUEL SANTOS AL RECIBIR LA LÁMPARA DE LA PAZ

Redazione online ROBERTO PACILIO
Pubblicato il 30-11--0001

PALABRAS DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE COLOMBIA JUAN MANUEL SANTOS AL RECIBIR LA LÁMPARA DE LA PAZ

Permítanme comenzar con una sencilla invocación:

 

Que el ejemplo de San Francisco de Asís, el hermano Francisco, el más humilde de los humildes, el servidor de los pobres y de los enfermos, el amigo de los animales, el imitador de Cristo, nos ilumine y nos acompañe siempre.

Eso pedimos hoy desde esta Basílica Papal de San Francisco. Pedimos su inspiración y su intermediación para que la paz –esa paz del espíritu que él promovió con tanta convicción– llegue a todos los corazones de los hombres.

Hoy recibo, con humildad y gratitud, de manos de la Orden Franciscana, la Lámpara de la Paz, esta lámpara que custodia e ilumina la tumba de San Francisco de Asís, consciente de lo que representa para la Iglesia y para la humanidad.

Sé que esta Lámpara me convierte en “Embajador Mundial de la Paz” y la entiendo como un símbolo que me compromete aún más –como persona y como católico– a trabajar por la paz y la reconciliación en mi país y en el mundo.

Recibo este honor –y la misión que él contiene– en nombre de quienes en Colombia murieron por la paz; en nombre de las millones de víctimas que hoy tiene la esperanza de ver cumplidos sus derechos: en nombre de quienes, habiendo hecho la guerra, están dispuestos a ser constructores de una Nueva Sociedad signada por la convivencia.

Y, sobre todo, la recibo en nombre de los niños que crecen y nacen ahora en mi país, porque ellos vivirán su niñez y juventud en la paz que por décadas nos negamos a nosotros mismos.

Aquí, en esta Basílica, nos inspiran los hermosos frescos del Giotto, y quisiera hacer referencia a una imagen que nos sirve de ejemplo: es la representación de las conversaciones de paz entre el Sultán musulmán y Fray Francisco.

Este fresco nos recuerda que dos posiciones supuestamente irreconciliables pueden encontrarse en una conversación civilizada, donde cada uno exprese sus argumentos y creencias. Ni el Sultán perdió la voluntad de conversar, ni Francisco la disposición de proponerle caminos de encuentro.

Eso –precisamente eso– fue lo que hicimos nosotros con la guerrilla de las FARC.

 

Los reconocimos como adversarios y –entendiendo que cada parte representa posiciones ideológicas opuestas– logramos, tras años de arduas negociaciones, el acuerdo de paz que ha puesto fin a una guerra interna de más de medio siglo.

He querido ser, para mi país, “instrumento de paz”, y muchos que me acompañaron en esta tarea fueron también “instrumentos de paz”. ¡Qué mayor privilegio en esta vida!

Hoy solo pido a San Francisco de Asís que nos siga inspirando para que esa paz que firmamos la podamos implementar y volver realidad en cada ciudad, en cada pueblo, en cada vereda, en cada familia de Colombia.

Queridos amigos:

Ustedes, los franciscanos, han seguido –usted Fra Mauro, Usted Fra Enzo y muchos de los aquí presentes– las vicisitudes del proceso colombiano; saben bien que no se puede desfallecer y que ahora, mas que nunca, tiene valor la sabiduría de nuestra cultura latina que afirma que “no avanzar es retroceder”.

¡Gracias de nuevo! Gracias porque esta Lámpara de la Paz de San Francisco ilumina el camino de Colombia y nos seguirá guiando en la consolidación de la paz, de una “Buena Paz”: la paz que Jesús nos dejó y que habita en cada uno de nosotros.

Bien dijo el papa Francisco, quien ha sido una permanente voz de aliento en esta tarea:

“La larga noche de dolor y violencia, con la voluntad de todos los colombianos, se puede transformar en un día sin ocaso, de concordia, justicia, fraternidad y amor”.

Hoy en Asís decimos, con alegría: el “día sin ocaso” ha llegado a Colombia.

 

La Lámpara de la Paz que llevo conmigo nos ayudará a mantener la luz de Dios, la luz del amor, la luz de la bondad, siempre encendida en nuestros corazones.

Muchas gracias

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